En la construcción mitológica de la revista Odradek, hay ambigüedades respecto a su comienzo misterioso, nació espejada, o es papel que se virtualizó o es virtual y se papelizó, mientras lo kafkiano se pierde en los laberintos burocráticos, y lo rulfiano es habitante del llano, los Odradekianos son habitantes de bares, ni virtual, ni de papel: de bares.
La dimensión del espacio de bares que son como laberintos con muros y techos, donde igualmente el hombre de pierde; no es el agobio de trámites del personaje de Kafka, ni es el totalmente el desierto seco del llano, pero parece que las historias nacen en el rumor del bar, como en el llano llegan envueltas en el rumor del viento.
El bar para Odradek, como el viento en Rulfo, no es un personaje, es la personalidad de Odradek: su carácter; es el lugar donde nacen las transformaciones, como si en los bares se formara el signo y la fisonomía del próximo número.
Algunas historias fueron contadas en el bar de reunión de los Odradek, como se supo en el número 34 de la revista, con el texto “Encuentro” de Mariano Quintero, en el número 35, en “Buscando desesperadamente a Sondon” de Adrián Drut, en otro o mismo bar, me da la sensación de extensión en la que se resguardan las historias al amparo de un rito muy de escritores, el espacio del bar como momento específico literario, como si las historias tuvieran preferencia por el rumor desordenado de los bares y aletearan entre los Odradek, a veces para el encuentro, a veces para el desencuentro.
El lugar en donde los autores, narradores y personajes se igualan, y se transforman en entidades textuales, en recursos retóricos.
Hay una figuración más que humana en el espacio, como si nos invitara a compartir su forma y a integrarnos en el clima del nacimiento de cada historia, como si en lo informe y secreto del germen de las historias, nos estuvieran dejando ver una pequeña pista sobre la línea que define el espacio literario.
En el bar, que en esta ocasión hasta me ha incluido a mí, aparece la construcción incesante y ritual con que cada mes se revela en Odradek.
Entre otras cosas, por la sorpresa de ver mi nombre impreso compartiendo ese espacio, y por los indicios que he creído descubrir por aquí o allá, si el bar fuera el que mencionó Mariano Quintero en el número 34 de la revista Odradek, es imperdonable que entre las vituallas mencionadas en este número que el grupo ha consumido, no se encontrara esa pequeño manjar gótico llamado “cuernito”, que sólo sirven en ese bar, precisamente, en el Guaraní.
Es casi tan imperdonable como que Washington Sondon no acudiera a la cita.
La dimensión del espacio de bares que son como laberintos con muros y techos, donde igualmente el hombre de pierde; no es el agobio de trámites del personaje de Kafka, ni es el totalmente el desierto seco del llano, pero parece que las historias nacen en el rumor del bar, como en el llano llegan envueltas en el rumor del viento.
El bar para Odradek, como el viento en Rulfo, no es un personaje, es la personalidad de Odradek: su carácter; es el lugar donde nacen las transformaciones, como si en los bares se formara el signo y la fisonomía del próximo número.
Algunas historias fueron contadas en el bar de reunión de los Odradek, como se supo en el número 34 de la revista, con el texto “Encuentro” de Mariano Quintero, en el número 35, en “Buscando desesperadamente a Sondon” de Adrián Drut, en otro o mismo bar, me da la sensación de extensión en la que se resguardan las historias al amparo de un rito muy de escritores, el espacio del bar como momento específico literario, como si las historias tuvieran preferencia por el rumor desordenado de los bares y aletearan entre los Odradek, a veces para el encuentro, a veces para el desencuentro.
El lugar en donde los autores, narradores y personajes se igualan, y se transforman en entidades textuales, en recursos retóricos.
Hay una figuración más que humana en el espacio, como si nos invitara a compartir su forma y a integrarnos en el clima del nacimiento de cada historia, como si en lo informe y secreto del germen de las historias, nos estuvieran dejando ver una pequeña pista sobre la línea que define el espacio literario.
En el bar, que en esta ocasión hasta me ha incluido a mí, aparece la construcción incesante y ritual con que cada mes se revela en Odradek.
Entre otras cosas, por la sorpresa de ver mi nombre impreso compartiendo ese espacio, y por los indicios que he creído descubrir por aquí o allá, si el bar fuera el que mencionó Mariano Quintero en el número 34 de la revista Odradek, es imperdonable que entre las vituallas mencionadas en este número que el grupo ha consumido, no se encontrara esa pequeño manjar gótico llamado “cuernito”, que sólo sirven en ese bar, precisamente, en el Guaraní.
Es casi tan imperdonable como que Washington Sondon no acudiera a la cita.
Este blog se mantiene con escritores de la Revista Odradek
1 Comment:
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- Mariana Canzani said...
22 de junio de 2009, 19:11Los textos de Drut son - lejos - lo mejor de la revista.
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