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por Adrián DRUT.

Lo primero que me viene a la mente es lo siguiente: Hubo una época en la que cualquiera que contara con el dinero suficiente se hacía imprimir su librito de poemas, su recopilación de relatos fantásticos, su ensayo sesudo, su novela autobiográfica. La auto-edición era el único camino para hacer circular y distribuir – entre amigos y conocidos la mayoría de las veces, en alguna librería amiga si había suerte o contactos - algo que de otro modo no vería jamás la luz. Lo cierto es que muy poco diferencia a esas producciones (en contenido y calidad, no así en número) de las que pueblan los blogs que exponencialmente saturan día a día la web.

Un par de números atrás, un miembro del staff de ODRADEK escribía acerca de lo que significaba ser (o no ser) un “blogger”. Poco después la polémica estalló - si se puede llamar estallido a unos cuántos petardos lanzados con mucho tino a la cara de cientos de miles de escribas virtuales – a causa de las declaraciones de un conocido filósofo/escritor/intelectual nacional, y su consecuente retaliación por parte de aquellos (la mayoría) que se sintieron tocados, damnificados, “humillados y ofendidos”.

Si el paso de comedia saltó a los medios masivos fue por la estatura de quien opinó primero, y en absoluto a causa de los que respondieron en masa, sin ninguna creatividad y además velozmente (Internet como medio es ante todo eso: veloz) sin tomarse el trabajo de leer ni mucho menos de analizar la frase en cuestión.

Uno y otros hablaban, sin embargo, de cosas diferentes, como bien remarca alguien que, aun sin ser santo de mi devoción, sí tiene la virtud de reflexionar (y además, cómo no, tiene un blog).

La crítica – y el defecto – que en cuestión JPF le atribuye a los blogs no es privativa de ellos, como él mismo lo hace notar, y es ésto lo que se les escapa a los que se indignan cuando les muestran sus falencias. Apenas, y por cuestiones de cantidad, de moda, y de facilidad de acceso, es más visible, más evidente y más numerosa. Hace bulto.

Porque, y pongámonos serios un momento, ¿cuánta basura sin sustento, mal escrita y con contenido imbécil se edita anualmente en la Argentina? Y para colmo de males mucha de esa basura consume recursos (publicitarios, humanos, económicos) que bien podrían destinarse a otra cosa. ¿Cuánta de esa basura (producto de la decisión de los cerebros afiebrados del departamento de marketing, que llega luego del obligatorio brain-storming post análisis del market share y teniendo en cuenta el último figure-cut de brand positioning.. ah sí, los publicistas y “creativos”... ) editada con pompa y brillo y a precios exorbitantes termina a los pocos meses en la mesa de saldos de una avenida céntrica?

No habría que tener empacho en reconocer que el nivel de pelotudismo de uno es independiente de si se tiene o no un blog. El pelotudismo, al igual que el talento (o la falta de él), no se agranda ni se achica por entretenerse un rato escribiendo y leyendo idioteces en la web. Lo cual supone – dicho sea de paso – que el sujeto que a tal cosa se dedica debe ejercitar al menos sus aptitudes para leer y escribir, aunque sea a un nivel básico. Y eso, sobre todo en un país como éste, creo que es ya preferible a los miles de lipoaspirados cerebrales que todas las noches babean frente a una pantalla – otra pantalla – viendo quién se rompe una pierna bailando o patinando.
Como le escuché decir no hace mucho a alguien: “cuando puteás porque Tinelli es lo que es, preguntáte cuáles son los intelectuales con los que contamos para tirarle”.

Existen remeras que llevan escrita (en inglés, a fin de cuentas el mercado lo es todo) la única verdad del asunto: “A nadie le importa tu blog!”. Y es hora de que lo sepas. Así como tu librito impreso con sudor apenas si sobrevive en la estantería de tus mejores amigos y en una caja en el fondo de tu armario (apostemos: ¿tu madre aún conserva su ejemplar?), tu blog sólo es leído por un máximo de diez personas que te conocen y te dejan comentarios para divertirse.
A menos, claro, que formes parte de esos elegidos que publican en las plataformas digitales de los grandes medios. Caso en el cual el soporte es lo de menos (y el talento también), porque sencillamente se trata de otros pelotudos igual que vos, pero que tuvieron la suerte o el contacto precisos como para interesarle a alguien.

El problema no está en el soporte. El problema está – como siempre y para siempre – en el estilo. En lugar de putear a alguien que critica los blogs (pero tiene estilo), o en lugar de putear a alguien que escribe blogs (si no lo tiene), ocupáte del estilo. Es lo único que cuenta.

“Evitá los lugares en donde se habla de libros.
No hables sobre tu trabajo, no hay nada que decir acerca de él.
No te preguntes por qué ni para quién escribís, pero pensá que cada una de tus frases podría ser la última”.

Philippe Djian.

Adrián DRUT nace cuando era muy pequeño, apenas un bebé. Intentó sin suerte hacerse millonario, estrella de rock y modelo masculino. Habla y escribe fluidamente en francés y en inglés, y champurrea en portugués (pero aun no logra aprender español).

Tiene mucho tiempo libre, razón por la cual opera los blogs Criminal, Crimináipod y Conectados.

Trabaja actualmente en su tercera novela (trabaja es un decir).

Vanesa Pafundo nació en Buenos Aires, una noche de martes del mes de febrero. Su segundo nombre "Mara" fue ocultado por años, hasta que prefirió darlo a conocer antes de seguir aceptando las oprobiosas rimas de su ya conocido "Vanesa". Dicen quienes la conocen que ésa es la razón por la que nunca fue amiga de la poesía. Todavía no se sabe qué le hizo la literatura, pero debe haber sido muy grave.
Trabajó incansablemente de cualquier cosa hasta que conoció a los miembros de Odradek. Ahí se dio cuenta de que labura el que quiere. Hoy escribe crítica y no para de darle vueltas a la cantinela de lo difícil que es escribir desde hace 23 números.

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