Aires de policial respira la revista Odradek de este mes la número 36, aunque viene asomando la tendencia desde números anteriores.
Me llama la atención que con estilos tan disímiles, tanto en el texto de “la señora de Dalí” (segunda parte), de Germán García, como en “Washington Sondon y el regreso de Concha Rayada (parte II)”, de Mariano Quintero, se pueden relacionar, aunque en sus peculiares estilos, la predilección de ambos narradores por minimizar entidades abstractas o sentimientos humanos.
La realidad perceptiva de los personajes se da en los olores, y no en el relato de la escena, mientras que es el relato de las escenas, lo que perturba al lector, que por supuesto no percibe el olor.
En el relato de Mariano Quintero, el olor del gato muerto, los intestinos, las vísceras expuestas; en el de Germán García, el suceso ocurre en la cocina.
Los desmembramientos los une.
La descripción de las muertes, se fragua en una sustancia verbal versátil, elocuente en exceso, como si la profusión de sangre y miembros tuviera como propósito anestesiar la sensibilidad del lector.
No sé qué se traen ambos autores, pero me preocupa que en un caso apareció “el crítico” muerto, y en el otro, aún no se sabe nada sobre quién es el que fue a parar a la heladera.
Ambos relatos se ciñen al orden del descubrimiento de los sucesos; misterio y aventura parecen el sello distintivo; narraciones por entregas, de las que el teórico alemán Walter Benjamin asociaba como la penetración de la lógica capitalista al ámbito literario.
No me quiero adelantar, pero cuando Washington Sondon aparezca por el Guaraní, invitado por Adrián Drut, que no sea por creer que allí puede encontrar a la periodista, y que resulte ser la princesa de Beirut.
Ana Abregú.
Me llama la atención que con estilos tan disímiles, tanto en el texto de “la señora de Dalí” (segunda parte), de Germán García, como en “Washington Sondon y el regreso de Concha Rayada (parte II)”, de Mariano Quintero, se pueden relacionar, aunque en sus peculiares estilos, la predilección de ambos narradores por minimizar entidades abstractas o sentimientos humanos.
La realidad perceptiva de los personajes se da en los olores, y no en el relato de la escena, mientras que es el relato de las escenas, lo que perturba al lector, que por supuesto no percibe el olor.
En el relato de Mariano Quintero, el olor del gato muerto, los intestinos, las vísceras expuestas; en el de Germán García, el suceso ocurre en la cocina.
Los desmembramientos los une.
La descripción de las muertes, se fragua en una sustancia verbal versátil, elocuente en exceso, como si la profusión de sangre y miembros tuviera como propósito anestesiar la sensibilidad del lector.
No sé qué se traen ambos autores, pero me preocupa que en un caso apareció “el crítico” muerto, y en el otro, aún no se sabe nada sobre quién es el que fue a parar a la heladera.
Ambos relatos se ciñen al orden del descubrimiento de los sucesos; misterio y aventura parecen el sello distintivo; narraciones por entregas, de las que el teórico alemán Walter Benjamin asociaba como la penetración de la lógica capitalista al ámbito literario.
No me quiero adelantar, pero cuando Washington Sondon aparezca por el Guaraní, invitado por Adrián Drut, que no sea por creer que allí puede encontrar a la periodista, y que resulte ser la princesa de Beirut.
Ana Abregú.
Este blog se mantiene con escritores de la Revista Odradek
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