Es el nombre que escribió María Martha Gigena en su texto “De Rusia con amor” del número 27 de la revista Odradek, y no habría podido ser otra la palabra, que refiriéndose al investigador teórico más que empírico, el cual se siente a gusto en la multidisciplina, podía llamar mi atención; Roman, así su nombre, no sólo está usado en un texto que comienza con A contramano, sino que acompañado de palabras como montgomery, pituco, ice tea, ya son marcas de un tiempo con coordenada en determinados años y un lenguaje que tiene nombre y apellido Argentino, con ambiente bibliotecario, libros y un siseo de silencio en la voz del bicho canasta. Tan difícil como comprender a Jakobson son las coincidencias; era exactamente como me veía yo, en al biblioteca de la Facultad, estudiando a Jacobson, pero no el de María Martha Gigena, sino el otro, Ivar Jacobson, el del lenguaje unificado de modelado, sólo una letra los separa de estar en el mismo estante, aunque comparten anaquel y biblioteca.
Uno, abocado a la lingüística, pionero de la fonología diacrónica y palabras que definen un corpus teórico tan complejo como difícil de pronunciar en la misma frase, y el otro ingeniero eléctrico que desarrolló un sistema y teoría de lenguaje con el que se modelan complicados sistemas de programación de computadoras.
En este texto es como si un haz de tiempo se hubiera plegado y estuviera atravesando las vidas de Betty, la protagonista del texto de María Marta Gigena, y la mía, coincidiendo un instante en el mismo anaquel de biblioteca, separadas únicamente por los tiempos verbales, coincidiendo en los tiempos de los sustantivos.
En la película que da nombre al texto, Bond quería recuperar una máquina a la que llaman “lektor”, se supone que se trata de una máquina descifradora de claves soviéticas, sin embargo, quizás, hay algo más secreto en esa maquinaria del texto que Gigena está agitando, una teoría de la comunicación en maniobra activa.
Uno, abocado a la lingüística, pionero de la fonología diacrónica y palabras que definen un corpus teórico tan complejo como difícil de pronunciar en la misma frase, y el otro ingeniero eléctrico que desarrolló un sistema y teoría de lenguaje con el que se modelan complicados sistemas de programación de computadoras.
En este texto es como si un haz de tiempo se hubiera plegado y estuviera atravesando las vidas de Betty, la protagonista del texto de María Marta Gigena, y la mía, coincidiendo un instante en el mismo anaquel de biblioteca, separadas únicamente por los tiempos verbales, coincidiendo en los tiempos de los sustantivos.
En la película que da nombre al texto, Bond quería recuperar una máquina a la que llaman “lektor”, se supone que se trata de una máquina descifradora de claves soviéticas, sin embargo, quizás, hay algo más secreto en esa maquinaria del texto que Gigena está agitando, una teoría de la comunicación en maniobra activa.
Este blog se mantiene con escritores de la Revista Odradek
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