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Para los que vienen siguiendo los textos de Germán García, ya estarán acostumbrados a la teatralidad que permean los nombres de sus personajes, que parece dar cuenta de un cortejo con una mitología personal, cultivada, con pretextos ocultos o motivos de orden que afectan la voz del narrador, como al pasar, que escucha pequeños relatos, a veces fragmentos.
En lo profuso del impacto de los sustantivos, la elección de nombres que diseminan un sentido con cierta vibración subyace la construcción de una verbalidad en el lenguaje; en este número, el 35 de la revista Odradek, con el texto “La señora de Dalí”, Germán García, con cierta tendencia hiperbólica,…primo menor llamó a un amigo, que llamó a otro. Así, los siete varones de la casa estuvieron con ella…, mantiene una preponderancia de los nombres; en el título: Dalí, el personaje, la princesa de Beirut, y la escena, que es ante todo la respiración de un relato policial, con elisiones y enigmas, y un desborde que establece un diálogo informativo de los personajes, sus antecedentes, la inminencia de un suceso, y la promesa de una historia de persistente insistencia entre los escritores de Odradek.
El suspenso parece circular cómodamente entre las propuestas de la revista Odradek, deslizándose entre las formas narrativas que tienen por consigna un formato breve, pero no por ello menos lujurioso, al sembrar promesas de géneros diversos, cuento, relatos, comentarios, ensayos, textos que no se dejan clasificar fácilmente.
Quizás su mejor virtud.





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De los nombres no se entra y se sale impune sin que haya alguna sospecha de fraude; el nombre que le da existencia a lo que no existe, es también, lo que le da identidad a todo; al menos es lo primero que aprendemos cuanto podemos escribir la primera palabra.
Lo interesante de los textos de Nora Martinez, en la revista Odradek, es que nos hace desestabilizar esas certezas, con sus personajes del texto “Los nombres”, en el número 35 de la revista Odradek, establece un juego narrativo de cómo una extensión de los reflejos de los relatos anteriores, la vida de Shim, su protagonista, parece casi líquida, se desliza como si flotara; de vez en cuando se asoma sobre la superficie anfibia de su existencia y traspasa una dimensión, en la que la realidad, la memoria, la nostalgia, nos muestran una perspectiva de su vida con la que podemos identificarnos; como si la luz de una irrealidad que brilla sobre sus pensamientos no iluminara a ninguno.
Especialmente las descripciones,… el ambiente se viera totalmente intoxicado de trapos…, suministran un clima sumamente efectivo, nos transmite una enorme ternura por Shim, y sus circunstancias.
Shim vive deslices mundanos, eso evita la fatiga por lo definitivo con que una tiende a relacionar al personaje, un poco porque todo parece que se va, que se diluye; pero la autora logra, con pequeños trazos, marcar la mirada con una historia diminuta resuelta en los detalles.
Casi todos podemos cambiar de nombre, usar un doble, un seudónimo, hacernos pasar por alguien, pero pocas veces se puede lograr que sea el cuerpo el que decide calzar en el nombre, y esa maravilla es la propone Nora Martinez con su hermoso relato sobre el gato Octubre.
Ya estoy ansiosa por saber qué pasará en el próximo capítulo.




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En la construcción mitológica de la revista Odradek, hay ambigüedades respecto a su comienzo misterioso, nació espejada, o es papel que se virtualizó o es virtual y se papelizó, mientras lo kafkiano se pierde en los laberintos burocráticos, y lo rulfiano es habitante del llano, los Odradekianos son habitantes de bares, ni virtual, ni de papel: de bares.
La dimensión del espacio de bares que son como laberintos con muros y techos, donde igualmente el hombre de pierde; no es el agobio de trámites del personaje de Kafka, ni es el totalmente el desierto seco del llano, pero parece que las historias nacen en el rumor del bar, como en el llano llegan envueltas en el rumor del viento.
El bar para Odradek, como el viento en Rulfo, no es un personaje, es la personalidad de Odradek: su carácter; es el lugar donde nacen las transformaciones, como si en los bares se formara el signo y la fisonomía del próximo número.
Algunas historias fueron contadas en el bar de reunión de los Odradek, como se supo en el número 34 de la revista, con el texto “Encuentro” de Mariano Quintero, en el número 35, en “Buscando desesperadamente a Sondon” de Adrián Drut, en otro o mismo bar, me da la sensación de extensión en la que se resguardan las historias al amparo de un rito muy de escritores, el espacio del bar como momento específico literario, como si las historias tuvieran preferencia por el rumor desordenado de los bares y aletearan entre los Odradek, a veces para el encuentro, a veces para el desencuentro.
El lugar en donde los autores, narradores y personajes se igualan, y se transforman en entidades textuales, en recursos retóricos.
Hay una figuración más que humana en el espacio, como si nos invitara a compartir su forma y a integrarnos en el clima del nacimiento de cada historia, como si en lo informe y secreto del germen de las historias, nos estuvieran dejando ver una pequeña pista sobre la línea que define el espacio literario.
En el bar, que en esta ocasión hasta me ha incluido a mí, aparece la construcción incesante y ritual con que cada mes se revela en Odradek.
Entre otras cosas, por la sorpresa de ver mi nombre impreso compartiendo ese espacio, y por los indicios que he creído descubrir por aquí o allá, si el bar fuera el que mencionó Mariano Quintero en el número 34 de la revista Odradek, es imperdonable que entre las vituallas mencionadas en este número que el grupo ha consumido, no se encontrara esa pequeño manjar gótico llamado “cuernito”, que sólo sirven en ese bar, precisamente, en el Guaraní.
Es casi tan imperdonable como que Washington Sondon no acudiera a la cita.


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Si hay algún agente común en el número 34 de la revista Odradek, podría numerar al menos tres, la vejez, Odradek y la muerte.
Odradek es un recorrido, que a veces ocurre con la letra, a veces con el tiempo, en ocasiones con el espacio y bastante a menudo con los temas, con ese conjunto de elementos las palabras se convierten en síntomas.
A menudo Odradek nos recuerda que somos sujetos del lenguaje.
En “Encuentro” de Mariano Quintero, el espacio de la revista, se integra al espacio del texto, una señal de la composición del personaje, la revista, los escritores, los narradores.
Lo interesante es que hay algún clima que envuelve al grupo en determinadas circunstancias, y he imaginado que de esa sustancia climática surgen temas, determinadas tramas, casualidad o causalidad, que se resuelve en la revista.
En este número, “Imágenes”, de Nora Martinez, “Senilidades”, de Germán García, “cuentos seniles: conspiraciones”, de Roberto Gárriz, coinciden con sus personajes, la muerte y la propia Odradek.
Me gustó muchísimo el clima de “Imágenes”, de Nora Martinez, a la que queda muy bien el título, la descripción ausente pero presente de la señora Shim, y Octubre, cuyo destino quedó suspendido allá en el número anterior y al cual hice referencia en “Abdujeron a Octubre”.
En la propuesta de Germán García, y los dobles, dos capítulos o dos partes, dos puntos de vista, dos personajes, dos focalizaciones, dos lados de un sueño o de una muerte, o la vigilia y el sueño, una realidad como sueño, o al revés, el sueño es realidad y realidad es sueño, el lector tendrá que tomar decisiones.
Luego en el texto de Roberto Gárriz, que tal ve no lo dice todo en el título: Conspiraciones, pero que nos concentra en la propuestas de estos personajes, con algunos de los mitos urbanos o no tanto mito.
Será que la coincidencias entre la senilidad y la edad son siempre teorías sobre la muerte, que en suma, en los personajes, como fuera de la materialidad de la palabra dialogan con Odradek, hacen planteos a sus autores, como una travesura en la que los narradores juegan a ser los autores.
En este número la versatilidad de Odradek se intensifica.

Ana Abregú






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